Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Pero Ángeles Alfaro se fue como vino, con su sexo tierno y su violonchelo de pecadora, en un transatlántico abanderado por el olvido, y lo único que quedó de ella en las azoteas de luna fueron sus señas de adiós con un pañuelo blanco que parecía una paloma en el horizonte, solitaria y triste, como en los versos de los Juegos Florales.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Entre tantas rarezas venidas de todas partes, Florentino Ariza estaba de todos modos entre los más raros, pero no tanto como para llamar demasiado la atención. Lo más duro que oyó fue que alguien le gritara en la calle: Al pobre y al feo, todo se les va en deseo.
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- El amor en los tiempos del cólera
De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Aquello había ocurrido en dos ocasiones del pasado, y habría de ocurrir otras veces, y Florentino Ariza lo asimiló siempre como un comportamiento propio del carácter de Fermina Daza. Pero aquella tarde se preguntó con su infinita capacidad de ilusión si una indiferencia tan encarnizada no sería un subterfugio para disimular un tormento de amor.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Siempre le dolía la cabeza, o hacía demasiado calor. Siempre, o se hacía la dormida, o tenía la regla otra vez, la regla, siempre la regla. Tanto, que el doctor Urbino se había atrevido a decir en clase, solo por el alivio de un desahogo sin confesión, que después de diez años de casadas las mujeres tenían la regla hasta tres veces por semana.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
De vez en cuando, al regreso de una fiesta loca, la nostalgia agazapada detrás de la puerta los tumbaba de un zarpazo, y entonces ocurría una explosión maravillosa en la que todo era otra vez como antes, y por cinco minutos volvían a ser los amantes desbraguetados de la luna de miel.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Entonces fue ella quien tomó la iniciativa, y se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangrienta que la rosa del honor en la sábana.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Se casó para siempre frente al altar mayor de la catedral en una misa concelebrada por tres obispos, a las once de la mañana del día de gloria de la Santísima Trinidad, y sin un pensamiento de caridad para Florentino Ariza, que a esa hora deliraba de fiebre, muriéndose por ella, en la intemperie de un buque que no había de llevarlo al olvido.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza no fue nunca muy consciente de aquel viaje medicinal. Había de recordarlo siempre, como todo lo que ocurrió en aquella época, a través de los cristales enrarecidos de su desventura.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Lo despertó la tristeza. No la que había sentido en la mañana ante el cadáver del amigo, sino la niebla invisible que le saturaba el alma después de la siesta, y que él interpretaba como una notificación divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Se comprometió a avisar a los numerosos refugiados del Caribe que vivían en la ciudad, por si querían rendir los últimos honores a quien se había comportado como el más respetable de todos, el más activo y radical, aún después de que fue demasiado evidente que había sucumbido a la rémora del desencanto.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Cuando Hildebranda murió, casi centenaria en su hacienda de Flores de María, encontraron su copia bajo llave en el armario del dormitorio, escondida entre los pliegues de las sábanas perfumadas, junto con el fósil de un pensamiento en una carta borrada por los años.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Había gastado mucho dinero, mucho ingenio y mucha fuerza de voluntad para que no se le notaran los setenta y seis años que había cumplido el último marzo, y estaba convencido en la soledad de su alma de haber amado en silencio mucho más que nadie jamás en este mundo.
Argentina
- Ministerio Público
MINISTERIO PÚBLICO 348Artículo 195º.- DEPENDENCIAS.- Tramitaciones de Superintendencia o Administración. Todas las cuestiones relativas a Funcionarios y empleados pertenecientes al Ministerio Público, aún cuando dichas gestiones requieran resolución definitiva del Alto Cuerpo, y referidas a temas de Superintendencia y Administración relativas (por citar algunas) a ferias, licencias, calificaciones, traslados, permisos, turnos.
Eichiro Oda
- Roronoa Zoro
A mí me da igual que los dioses existan o no, yo soy el amo de mi vida; paso de los temas religiosos, pero jamás menospreciaré a alguien que crea en ellos.
Gabriel García Márquez
- El amor en los tiempos del cólera
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y, a los que no ahondaren tanto, los deleite.
Constitució Nacional
Artículo 1°- La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, según la establece la presente Constitución. Artículo 2°- El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano. Artículo 3°- Las autoridades que ejercen el Gobierno federal, residen en la ciudad que se declare Capital de la República por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse.