Todo el mundo enmudeció. Se hizo un pesado y opresivo silencio. Se acercaron todavía más a la hoguera. Los nudosos leños crepitaban las llamas, y de vez en cuando se oía en el túnel, en la lejanía, en el norte, un rumor sordo y cavernoso, como si la red de metro de Moscú hubiera sido el vientre de un monstruo. Un murmullo que hacía que el horror fuese aún mayor.