Ocurrió en junio, cuando había pasado más o menos un año desde la caída del meteorito; la pobre mujer gritaba sobre elementos del aire que no podía describir. En su delirio no había un solo sustantivo específico, solo verbos y pronombres. Había cosas que se movían y cambiaban y revoloteaban, y los oídos tintineaban ante impulsos que no llegaban a ser sonidos.