Se adelanta un paso hacia mí, y con un gesto rápido lo hunde en mi pecho, hacia el corazón. Noto la hoja pinchando primero, abriéndose camino después. Siento cómo se desliza por el espacio entre las costillas, cómo traza su línea mortal y alcanza mi corazón. Pero no llego a notar cómo lo parte en dos... Mi brazo se extiende, aferra el cuello del hombre y lo parte con un satisfactorio crujido. Mi boca se abre, presta a comer su fresca y deliciosa carne... Es bueno ser un zombi.