Hogar, hogar... Unos pocos cuartitos, superpoblados por un hombre, una mujer periódicamente embarazada, y una turbamulta de niños y niñas de todas las edades. Sin aire, sin espacio, una prisión no esterilizada; oscuridad, enfermedades y malos olores. La evocación que el interventor hizo del hogar fue tan vívida que uno de los muchachos, más sensible que los demás, palideció ante la mera descripción del mismo y estuvo a punto de marearse.