Estar estático es el pecado de quien prefiere la comodidad al coraje. Es un error sutil, disfrazado de prudencia, pero alimentado por la pereza y el miedo. No moverse, no avanzar, no cuestionar... parece seguro, pero en realidad es una renuncia silenciosa a la vida. En la inmovilidad se gesta la muerte del espíritu: los sueños se marchitan, la voluntad se adormece, y los pecados capitales encuentran terreno fértil. La envidia crece al mirar lo que otros construyen, la soberbia se convence de que.