Como Adán y Eva, estas personas tuvieron que pagar por el amor de sus padres con obediencia absoluta, confianza ciega, renuncia al conocimiento y al pensamiento propios, es decir, con la entrega de su verdadero yo. Aceptan la postura autoritaria de la Iglesia porque solo la conocen bien desde la propia infancia: nosotros sabemos mejor que tú lo que necesitas; si quieres ser amado, deberás obedecer; no te puedes permitir preguntarnos porque no te debemos ninguna respuesta.