Estoy completamente convencida de que se podrían impedir muchas operaciones y tragedias si los médicos estuvieran cada vez más preparados frente a estas actitudes, en lugar de atemorizar a los pacientes sin preocuparse por su historia. Nadie espera de un internista que, en un caso tan complicado como el de Isabelle, encuentre una solución o haga que la paciente no sólo perciba las causas emocionales de su síntoma, sino también el caldo de cultivo de estas emociones en la historia de su infancia.