Mi primer despertar se lo debo a mis pinturas espontáneas, con las que empecé en el año 1973. A pesar de ello, años después, en 1981, seguía negándome a ver con claridad que era precisamente el psicoanálisis lo que me mantenía alejada de mis sentimientos bloqueados desde la infancia, y, por tanto, de la verdad. Eso no lo descubrí hasta que, gracias al método de Konrad Stettbacher, conseguí aproximarme sistemáticamente paso a paso, a mi infancia.