En el marco de la pedagogía de la que hemos venido disfrutando, se sigue considerando natural que el adulto ejerza sobre el niño un poder ilimitado. Al fin y al cabo, la mayoría de las personas no conocen otra cosa. Sólo un niño al que no se haya herido puede darnos ejemplo de comportamientos totalmente nuevos, sinceros y verdaderamente humanos. Tal niño no asume sin cuestionarlos los argumentos pedagógicos que a nosotros tanto nos impresionaron.