De manera totalmente natural, los niños piden ternura, calor humano y afecto, carantoñas o incluso provechos materiales, pero ningún adulto tiene derecho a aprovecharse de eso para realizar actos sexuales. Sin embargo, la culpa de lo ocurrido no se atribuye al adulto, sino que siempre se busca, y por supuesto se halla, en el niño o incluso en su madre.