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Verti - VERTI, seguros...
Míralos qué guapos y qué tiernos, no saben que han estado ciegos; míralos qué monos, dormiditos, no entienden lo que se han perdido. Son carne de cañón, perezosos a granel dejándose llevar, mentes sin usar ni agitar. Van siempre por detrás, siempre en el redil, almas de cordero lechal...

Carmen Alfaro Giner - Península Itálica
La península italiana constituye una unidad cerrada: Los Alpes al norte y el mar al resto, constituyen sus fronteras naturales. En poco más de mil kilómetros se pasa de un clima frío, continental, a otro mediterráneo. Eso la convierte en una tierra de contrastes que se traducen, naturalmente, en una rica diversidad cultural.

Antonio Buero Vallejo - Historia de una escalera
No podrías tumbarte a hacer versos ni a pensar en las musarañas; buscarías trabajos particulares para redondear el presupuesto y te acostarías a las tres de la mañana contento de ahorrar sueño y dinero. Porque tendrías que ahorrar, ahorrar como una urraca; quitándolo de la comida, del vestido, del tabaco... Y cuando llevases un montón de años haciendo eso, y ensayando negocios y buscando caminos, acabarías por verte solicitando cualquier miserable empleo para no morirte de hambre.

A. de Miguel / Ulises - La Lengua...
La lengua es un sistema de signos y sonidos convencionales que sirven para comunicarse. Una primera distinción es entre la lengua materna y las demás que son de aprendizaje. Decimos también idioma (= lo nuestro) para resaltar la lengua primera de una comunidad de hablantes. Desgraciadamente, idioma es una palabra semejante y emparentada con idiota. No digo más.

Francisco de Quevedo - Vida del Buscón
Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje, lo uno por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra que tenía por oficio el criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo y a mí para que le acompañase y sirviese.

A. Grandes / Ulises - Besos en el pan...
Mi barrio tiene calles irregulares. Las hay amplias, con árboles frondosos que sombrean los balcones de los pisos bajos, aunque abundan más las estrechas, que también tienen árboles, más apretados, más juntos y siempre muy bien podados, para que no acaparen el espacio que escasea hasta en el aire, pero verdes, tiernos en primavera y amables en verano, cuando caminar por la mañana temprano por las aceras recién regadas es un lujo sin precio, un placer gratuito.

Hermanos Álvarez Quintero - Febrerillo el loco
Salita de una casa de Madrid. Puerta al foro, que conduce a las habitaciones interiores, y otra a la izquierda, que da al recibidor. A la derecha, un balcón. Sillería de caoba, tapizada de damasco o de yute; mesa-camilla, con falda y tapete de terciopelo; sobre una consola, dos floreros y un reloj; alfombra de moqueta; cortinas adecuadas a la sillería; una gran araña de cristal en el centro del techo, y en la pared, revestida de papel oscuro, dos retratos al óleo.

Nacho Carretero - Fariña
Galicia tiene 1.498 kilómetros de costa. Más que Andalucía o Baleares. Si se mira el mapa con detalle, se descubre que la orilla gallega tiene aversión a la línea recta. Se enreda tozuda en recovecos y rincones ideales para entrar y salir sin ser visto. Es también un monólogo de acantilados y rocas propicios para el naufragio. Uno de sus tramos se llama Costa da Morte. Y allí comienza esta historia.

Tomás de Iriarte - Fábula
De Santo Domingo trajo dos loros una señora: la isla es mitad francesa, y otra mitad española. Así cada animalito hablaba distinto idioma. Pusiéronlos al balcón, y aquello era Babilonia; de francés y castellano hicieron tal pepitoria que al cabo ya no sabían hablar ni una lengua ni otra.

Cervantes - Entremés
Pido el divorcio deste viejo aquí presente porque no puedo sufrir sus impertinencias, ni estar de continuo atenta a curar todas sus enfermedades, que son sin número, y no me criaron a mí mis padres para ser hospitalera ni enfermera. Vuesa merced, señor juez, me descase, si no quiere que me ahorque; mire, mire los surcos que tengo por este rostro, de las lágrimas que derramo cada día, por verme casada con esta anatomía.

Enrique Jardiel Poncela - Los ladrones somos gente honrada
Nunca es más difícil conseguir un éxito como después de haber padecido un fracaso. Y, sin embargo, nunca es más necesario conseguirlo. Porque al que tiene éxito se le da siempre la razón, aunque no la tenga. Y el que fracasa no tiene razón nunca, aunque rebose de razón. Estas perogrulladas iba yo pensando una tarde a la salida del teatro "La Comedia", donde acababa de sostener una entrevista.

Gil Vicente - El viudo
Qué desastrosa vida, ¿qué perdiera yo en perderla desque al mundo fue venida? Pues amada y dolorida es toda mi parte della, que perdí mujer tan bella como estrella, y pues triste me dejó, muriera mezquino yo y no ella. Pluguiera a Dios que cupiera la suerte suya por mía, pues quedé, que no debiera, robada mi compañera, consumida mi alegría. Vida sin tal compañía noche y día me da tan triste cuidado, que jamás seré, cuitado, el que solía.

Lope de Vega - El perro del hortelano
Este sombrero tiró que sin plumas tengo. Como en la lámpara dio, sin duda se las quemó, y como estopas ardieron. Ícaro, ¿al sol no subía, y abrasándose las plumas, cayó en las blancas espumas del mar? Pues esto sería. El sol la lámpara fue, Ícaro el sombrero, y luego las plumas deshizo el fuego, y así en la escalera lo hallé.

Tirso de Molina - El Aquiles
Penélope está enferma, ¿por qué querrás dejar tu patria yerma? Procure el injuriado vengar agravios suyos, y de Elena castigue la mudanza, que no por su cuidado es bien crecer los tuyos y a tu esposa olvidar por su venganza. Si tu experiencia alcanza los daños que recuerdas, ¿será prudente cosa porque él cobre a su esposa que tú la tuya pierdas? ¿Y que en demanda ajena a Penélope dejes por Elena?

Carl Sagan - El mundo y sus demonios
Cuando bajé del avión, el hombre me esperaba con un pedazo de cartón en el que estaba escrito mi nombre. Yo iba a una conferencia de científicos y comentaristas de televisión dedicada a la aparentemente imposible tarea de mejorar la presentación de la ciencia en la televisión comercial. Amablemente, los organizadores me habían enviado un chófer.

Arturo Pérez-Reverte - El capitán Alatriste
No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes. Cuando lo conocí malvivía en Madrid, alquilándose por cuatro maravedíes en trabajos de poco lustre, a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tenían la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas.

Juan José Millás - Articuento
El director del primer colegio al que fui de pequeño se llamaba Vicente. En aquella época pasaban lista todos los días y los alumnos teníamos que gritar "presente" al ser nombrados. Yo siempre creí que mis compañeros decían "Vicente", en homenaje al director del centro, de manera que cuando me llegaba el turno gritaba con marcial entusiasmo: -¡Vicente!

Rosalía de Castro - Follas Novas
Adios, ríos; adios, fontes; adios, regatos pequenos; adios, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos. Miña terra, miña terra, terra donde me eu criei, hortiña que quero tanto, figueiriñas que prantei. Prados, ríos, arboredas; pinares que move o vento, paxariños piadores, casiña do meu contento. Muíño dos castañares, noites craras de luar, campaniñas trimbadoras da igrexiña do lugar. Amoriñas das silveiras que eu lle daba ó meu amor, camiñiños antre o millo, ¡adios, para sempre, adiós!

Antonio Gala - El Manuscrito Carmesí
Somos distintos unos de otros, y eso nos induce a creer que somos libres; pero estamos prefigurados de antemano: nuestras determinaciones dimanan de nuestros jugos gástricos y de nuestros razonamientos, o sea, de nuestro estómago y de nuestro cerebro, que son intransformables.

George Orwell - 1984
Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban la una de la tarde. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.