Desembarcar en una zona pantanosa, atravesar bosques y, en algún campamento del interior, sentir cómo la barbarie, la más pura barbarie, se abate sobre él; toda esa vida misteriosa de la selva que se agita en los bosques, en las junglas, en el corazón de los salvajes. No existe la iniciación a esos misterios. Debe vivir en mitad de lo incomprensible, que es a la vez detestable, y tiene además poder de fascinación, una fascinación que empieza a hacer efecto en él. La fascinación de lo abominable.