Durante años, las radios se habían manejado apretando botones y girando el sintonizador; más tarde, cuando la tecnología se refinó, los mandos se hicieron sensibles al contacto: solo había que rozarlos con los dedos; ahora, todo lo que había que hacer era mover la mano en torno a su estructura y esperar confiado. Desde luego, evitaba un montón de esfuerzo muscular, pero era molesto porque le obligaba a uno a quedarse quieto en su asiento si es que quería seguir escuchando el mismo programa.