Aún no se le había comunicado a Arthur en forma debida que el ayuntamiento quería derribarla para construir en su lugar una vía de circunvalación. A las ocho de la mañana de aquel jueves, Arthur no se encontraba muy bien. Se despertó con los ojos turbios, se levantó, deambuló agotado por la habitación, abrió una ventana, vio un bulldozer, encontró las zapatillas y, dando un traspié, se encaminó al baño para lavarse.