Parecía claro, a juzgar por todos los comentarios vecinales, que, tal como transcurrió el apresurado noviazgo, don Alfonso había decidido casarse de un día para otro con una mujer más de diez años mayor que él para mejorar en prestigio y alcanzar una clase social a la que de otro modo no hubiera accedido. Doña Julia, la afortunada novia, era duquesa y su padre uno de los requetés más conocidos de la zona. Perfecto para prestigiar su más que holgada situación económica, pero de dudoso origen.