Morris West
- Las sandalias del Pescador
El Papa había muerto. El camarlengo lo había anunciado. El maestro de Ceremonias, los notarios, los médicos, lo habían consignado bajo su firma para la eternidad. Su anillo estaba ya destrozado, y rotos sus sellos. Las campanas habían sonado en la ciudad. El cuerpo pontifical había sido entregado a los embalsamadores para ofrecerlo decorosamente a la veneración de los fieles.