Bueno, entras en esas casas y encima está todo preparado para culminar el clímax del asunto. Con una luz indirecta cuidadosamente dirigida, una chimenea con el fuego crepitando, una alfombra de oso polar, una cubitera con una botella de Moet Chandon puesta a refrescar en cuyas gotas, que se deslizan fruto de la natural condensación, se está reflejando cada uno de los caprichosos vaivenes de la llamarada. Claro, la mujer americana ve eso y dice: sí, sí, sí, sí, sí.