El viento hinchaba las velas blancas que me alejaban de los días que no quería recordar. El sol, en lo alto, brillaba y me daba nuevas fuerzas. La bahía de Nápoles quedó atrás, con sus castillos construidos al borde del mar, y con mi padre y Fray Lorenzo esperando mi vuelta, a los cuales procuraría no decepcionar.