De vez en cuando, en un tiempo que se hace largo y, probablemente, duro, a veces aparecen jugadas como esta. Jugadas que te agitan el corazón al recordarlas. Que te devuelven la confianza. Como si fueran asideros que encuentras al escalar una montaña. Y no son un milagro. Aunque sean una de cada cien o mil, son jugadas a las que agarrarte. Y pasando de jugada a jugada es como te elevas cada vez más.